21/1/13

Habiendo errado por muchos e intrincados laberintos

«No siendo la filosofía otra cosa que el estudio de la sabiduría y la verdad, podría esperarse con razón que aquellos que le han dedicado más tiempo y esfuerzo disfrutaran de mayor calma y serenidad mental, de mayor claridad y evidencia de conocimiento, y que estuvieran menos trastornados que otros hombres por dudas y dificultades. Vemos, no obstante, a la masa iletrada de la humanidad, que transita por el camino seguro del simple sentido común, y que está gobernada por los dictados de la naturaleza, vivir en su mayoría tranquilos y despreocupados. A ellos, nada que les sea familiar les parece inexplicable ni difícil de entender. No se quejan de ninguna falta de evidencia en sus sentidos, y están fuera de todo peligro de convertirse en escépticos. Pero tan pronto como nos apartamos de los sentidos y de los instintos para seguir la luz de un principio superior, para razonar, meditar, y reflexionar en la naturaleza de las cosas, mil dudas surgen en nuestras mentes con respecto a esas mismas cosas que antes nos parecía comprender perfectamente. Por todos lados, prejuicios y errores de los sentidos se descubren a nuestra vista; y, tratando de corregirlos por medio de la razón, nos vemos imperceptiblemente llevados a burdas paradojas, a dificultades e inconsistencias, que se multiplican y nos abruman según avanzamos en nuestras especulaciones, hasta que al final, habiendo errado por muchos e intrincados laberintos, nos encontramos en el mismo sitio en que estábamos, o, lo que es peor, asentados en un desolado Escepticismo.» --- Es el punto primero de la Introducción al Tratado sobre los Principios del Conocimiento Humano de George Berkeley (1685-1753).

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1. Philosophy being nothing else but the study of wisdom and truth, it may with reason be expected that those who have spent most time and pains in it should enjoy a greater calm and serenity of mind, a greater clearness and evidence of knowledge, and be less disturbed with doubts and difficulties than other men. Yet so it is, we see the illiterate bulk of mankind that walk the high-road of plain common sense, and are governed by the dictates of nature, for the most part easy and undisturbed. To them nothing that is familiar appears unaccountable or difficult to comprehend. They complain not of any want of evidence in their senses, and are out of all danger of becoming sceptics. But no sooner do we depart from sense and instinct to follow the light of a superior principle, to reason, meditate, and reflect on the nature of things, but a thousand scruples spring up in our minds concerning those things which before we seemed fully to comprehend. Prejudices and errors of sense do from all parts discover themselves to our view; and, endeavouring to correct these by reason, we are insensibly drawn into uncouth paradoxes, difficulties, and inconsistencies, which multiply and grow upon us as we advance in speculation, till at length, having wandered through many intricate mazes, we find ourselves just where we were, or, which is worse, sit down in a forlorn Scepticism.

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